POR ALEJANDRO SANTANA
Localizada en la esquina de las calles Capotillo con proyecto rio Birán, del barrio de los cabareses, en el trayecto obligado para acensar a la cabeza de ese rio de nuestros amores! El Birán!.
Ayer; hace muchos años; para los ingenuos, un “pozo petrolero”, recuerdo las veces que en mis años de niño pase por el lugar lata, en manos para llegar a la cabecera del rio a buscar agua para el consumo del hogar.
Esa travesía la hacía en compañía de mi abuela, Maicita y mi hermana Argentina, desde Villa Estela, barrio aledaño a la “casita de petróleo”, todos los días a buscar el agua para las necesidades de la casa.
Cuando era feliz, y desconocía muchas cosas de la realidad de la vida, esa casita o lugar de almacenamiento de petróleo, era una mina, siempre, creí que era una mina no un pozo petrolero.
Crecí con esa creencia, porque en mis andadas por el lugar, nunca vi cuando abastecían el lugar de ese líquido negro indispensable para remendar los hoyos de las pocas calles pavimentadas de la ciudad.
Nací en el año de 1949, desde que comencé a tener conocimiento, vi esa “casita de petróleo” en ese lugar, igual me dicen personas de los alrededores que hoy tienen 70 años, es decir que esa casita es tan vieja como nuestra ciudad.
Nadie sabe la fecha de construcción de esa casita, que ayer fue pieza importante de nuestro desarrollo, frente a esa había un puentecito de madera, por donde según me han dicho pasaba el rio Tunino.
Para ese entonces, ese rio iba a parar a las aguas del rio Birán, su recorrido no era tan largo, no inundaba el pueblo como lo hizo el pasado años cuando sus aguas se pasearon desde la avenida Luperon hasta llegar al puente de la carretera Paraíso Enriquillo, transitando toda la Beller.
El modernismo cambio el curso a ese riito, que el año pasado no fue tan riito, causo desasosiego a muchas familias que por desgracia viven en su cauce, hoy hecho calles.
Debo confesar que la “casita del petróleo”, era uno de los lugares donde acudíamos los que jugábamos trompo hecho con tapas de potes, esa brea serbia para adherir las puntas hechas de palos o de esqueletos de peines redondeados.
Ayer, hace muchos años esa casita me causaba mucha impresión, al extremo de creer que los que Vivian en los alrededores eran personas pudientes porque tenían petróleo, aunque no sabía para que se usaba que no fuera para tapar los hoyos de las calles asfaltadas.
Hoy cuando en ocasiones paso por el lugar, la “casita de petróleo me causa nostalgia, su techo destruido y su interior que tenía una profundidad de unos 15 o 20, pie usado para echar basuras.
Pero me llama poderosamente la atención su construcción, en circunferencia, de hormigón o concreto con diseños ondulados como el zinc, con esa consistencia que se aprecia hasta el extremo que a pesar de los malos tratos se mantiene sin mayores daños.
Hoy ya adulto, con ciertos conocimientos, me rio de mi ingenuidad de niño, porque siempre creí que nuestra ciudad tenía una mina de petróleo.
Los que me han visto pasar por el lugar y sonreír, es posible que hayan creído que estoy loco, pero debo confesar que pasar por mi “casita de petróleo”, me remonta a los años en que en compañía de mi abuela y mi hermana, disfrute de los momentos más felices de mi niñez cuando era feliz e inocente.
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