Ayer era Día Mundial
contra la Trata de Personas y qué irónico que ayer mismo apareciera en
los periódicos impresos locales una noticia sobre un hombre condenado a
cinco años de prisión por prostituir a una menor de 15 años preñada de
él mismo.
Aunque los medios no ofrecen mayores detalles de los elementos tomados en cuenta para dictar la sentencia, queda la incomodidad de saber que es un castigo leve para tamaña aberración, que además desnuda una realidad más frecuente de lo imaginado, la trata local de seres humanos para el comercio sexual.
Aunque las autoridades afirman que redoblan la lucha contra ese crimen, lo cierto es que el énfasis todavía es en la reducción de los viajes de mujeres llevadas engañadas al extranjero. Claro que es bueno, muy bueno que esa lucha surta efecto.
Pero ocurre que en cualquier esquina de un barrio marginado ese negocio inhumano es realizado, sobre todo con niñas, niños y adolescentes.
En las pocas ocasiones en las que son desmanteladas bandas de degenerados dedicados a esta práctica, las víctimas cuentan que son obligadas a consumir estupefacientes, para sostener relaciones sexuales forzadas por las que reciben entre RD$100 y RD$200.
Claro que es no es tan fácil detectar a los que incurren en ese negocio, puesto que dar palos a ciegas entorpecería el trabajo, pero es labor también de las autoridades empoderar a la población para que denuncie estos casos, para que entienda que son actos criminales que implican sanciones.
La trata de persona no hay que tratar de erradicarla, hay que eliminarla de forma definitiva de todos los rincones del país. Aunque suene a utopía.
Aunque la explicación sea que de todos modos quedarán reductos.
Para eso, para que combatan los delitos tenemos autoridades ¿o no?
Aunque los medios no ofrecen mayores detalles de los elementos tomados en cuenta para dictar la sentencia, queda la incomodidad de saber que es un castigo leve para tamaña aberración, que además desnuda una realidad más frecuente de lo imaginado, la trata local de seres humanos para el comercio sexual.
Aunque las autoridades afirman que redoblan la lucha contra ese crimen, lo cierto es que el énfasis todavía es en la reducción de los viajes de mujeres llevadas engañadas al extranjero. Claro que es bueno, muy bueno que esa lucha surta efecto.
Pero ocurre que en cualquier esquina de un barrio marginado ese negocio inhumano es realizado, sobre todo con niñas, niños y adolescentes.
En las pocas ocasiones en las que son desmanteladas bandas de degenerados dedicados a esta práctica, las víctimas cuentan que son obligadas a consumir estupefacientes, para sostener relaciones sexuales forzadas por las que reciben entre RD$100 y RD$200.
Claro que es no es tan fácil detectar a los que incurren en ese negocio, puesto que dar palos a ciegas entorpecería el trabajo, pero es labor también de las autoridades empoderar a la población para que denuncie estos casos, para que entienda que son actos criminales que implican sanciones.
La trata de persona no hay que tratar de erradicarla, hay que eliminarla de forma definitiva de todos los rincones del país. Aunque suene a utopía.
Aunque la explicación sea que de todos modos quedarán reductos.
Para eso, para que combatan los delitos tenemos autoridades ¿o no?
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