William Pierre, testigo de un terremoto que estremeció Puerto Príncipe


Las huellas de William Pierre no son tan pronunciadas como las de otros albañiles. Lleva una docena de calcetines en cada pie para sopesar los calambres, pero no hay tela que aliviane la pena de ver morir a sus compatriotas el 12 de enero de 2010.

Cuatro días antes soltó el pico y la pala en República Dominicana para renovar la visa en su país. Del 8 al 10 de enero se la pasó en Gonaives, en el Norte, visitando parientes y amigos de la infancia para luego irse hasta Puerto Príncipe.

El preludio del martes 12 no pintaba un panorama distinto al de otros días en el país más pobre del continente Americano. En la capital haitiana hay poco menos de un millón de habitantes sedentarios y otros tantos que se movilizan en los mercados.

La intención de Pierre era abordar un vehículo del transporte público que lo llevaría hasta el Mercado de Hierro y allí compraría algunos ajuares antes de cruzar la línea limítrofe con una nueva visa en sus bolsillos.

El plan marchaba como obra de Fritzner Cédon -pintor haitiano- pero pocos kilómetros antes del mercado la tierra empezó a sacudirse, las grietas parecían no tener fondo, los edificios cayeron cual castillo de arena entre fiesta infantil. El país se quebraba...

“Cuando empezó a temblar la tierra pensé que el mundo se acababa; las once personas que estábamos en la parte trasera de la camioneta vociferámos al chofer para que se detuviera, pero la cortina de polvo impedía estacionarse”, cuenta.

Prosigue que “un camión que venía detrás nos impactó y nos empujó a la acera; segundos después una pared nos aplastó. Antes de perder el conocimiento pude ver cuando la palanca de cambios traspasaba el tórax del conductor”.

De los trece a bordo, sólo dos lograron sobrevivir. Mientras los socorristas removían escombros para sacarlos, sólo el rojo de la sangre distinguía las extremidades mutiladas de las piedras.

Según el relato, hasta en los momentos más dramáticos la miseria afila sus garras. “Mientras algunos se acercaban para ayudar, otros llegaban sigilosos para saquear y robarse el dinero que traían consigo los ya cadáveres.

Los dos heridos fueron trasladados a un centro de atención improvisado, pero los equipos y el personal no dieron abasto para los miles de afectados que luego se convertirían en muertos. Todavía el número de víctimas mortales es impreciso.

"De camino al centro veía las casas y edificios cayendo, gente gritando como loca en la calle, la ambulancia zigzagueaba entre los cadáveres y los socorristas estaban pálidos, asustados", agregó.

William Pierre duró nueve días en la zona de atención. Pensó que si se quedaba allí moriría por una infección en su pie izquierdo y se las ingenió para escaparse hasta el hospital Dario Contreras del otro lado de la frontera.

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