POR RUBEN DOMINICI
Hay que estar bien sentado y con la cabeza firmemente recostada en el espaldar de la silla o el mueble para comparar lo que escribió Duarte, y lo que de él se escribió en su época, con el comportamiento de los que lo citan con frecuencia y hasta se hacen llamar seguidores de sus ideales. De no ser así, se corre el riesgo de que un mareo tire a uno al piso cual infarto fulminante.
Si analizáramos con detenimiento y libre de prejuicios los males que hoy nos aquejan como país y como sociedad, llegaríamos a la conclusión de que si los ideales de Duarte orientaran el accionar de los grupos dominantes, dichos males existieran más bien como “muestra de propaganda”, y de ninguna manera embases grandes de venta al por mayor, como son actualmente y desde tiempos inmemorables.
La sociedad que concibió Duarte se fundamenta en cuatro poderes, y no en tres como es la actual. Además de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, Duarte incluyó en su proyecto de constitución el Poder Municipal, una modalidad que conoció en Barcelona, España, en los años 1831-1832.
Duarte concibió la justicia como premisa de la felicidad, expresado en “sed justo lo primero, si queréis ser felices”. Por demás, fue coherente con sus ideales independentistas y de creación de una nueva sociedad basada en el bienestar colectivo al aportar a su causa sus principales bienes personales y familiares. Y por si algo le faltara, fue honesto hasta el tuétano.
Ese es el Duarte de La Trinitaria, el que lo dio todo por sus ideales. El que concibió el juramento “juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera”. El y sus seguidores tuvieron que pagar muy caro por sus creencias y su coherencia, como María Trinidad Sánchez, que fue fusilada por órdenes de Pedro Santana en el primer aniversario de la Independencia.
Pero hay otro Duarte, y otros trinitarios, por supuesto: El Duarte de la Hipocresía, el de las clases dominantes y sus aliados. Y no es tan difícil reconocerlo. No hay que hacer doctorado, ni maestría, ni estudio especializado. Es más, ni siquiera saber leer y escribir. Eso sí, eso sí, para identificarlo hay que saber oír y ver con objetividad, sin pasión y sin prejuicio, lo que no es tan fácil. Veamos:
Si usted ve a una persona que se identifica como nacionalista, duartiano o trinitario, averigüe cuál es su relación con el Estado, cómo ha obtenido los bienes que posee, cuál fue su comportamiento durante la intervención norteamericana de 1965, si es justo, si ha aportado recursos significativos a la causa que defiende y a sus ideales. De último, su discurso y su práctica del Nivel Municipal, el Cuarto Poder del Estado en la república que concibió Duarte.
Si es un activista o dirigente comunitario o de un partido político, o funcionario gubernamental, pregúntele cuánto gana, cuántas horas trabaja, y qué tanto promueve y practica la democracia. Si en cambio es un funcionario del Nivel Municipal, pregúntele cómo se relaciona el ayuntamiento, o la alcaldía como se llama ahora, con la comunidad, si hay participación comunitaria abierta y transparente, cómo se administran esos recursos públicos, y así por el estilo.
Si es un legislador o político de influencias, pregúntele si no sabe que para Duarte el Cuarto Poder del Estado, el municipal, era fundamental en una nueva sociedad de justicia y transparencia. También cuestiónelo sobre lo que ha hecho para que se cumpla con el 10% del Presupuesto Nacional que por ley debe ir a los ayuntamientos, y que al día de hoy lo que se entrega ni siquiera redondea el 4% sin que se señalen a los gobernantes como enemigos de Duarte, y sin que hayan sanciones por dichas violaciones.
Después que usted haya observado el comportamiento de esos autoproclamados duartianos o nacionalistas, y tenga una respuesta concreta a cada uno de los temas que le he mencionado, olvídese de lo que diga la gente de ellos, y hasta de lo que digan ellos mismos que son. Tómese entonces la molestia de ubicarlos como seguidores de uno de estos dos Duartes antagónicos: El Duarte de La Trinitaria, y El Duarte de la Hipocresía.
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