Las duras verdades de uno de los Trujillo

POR ALEJANDRO SANTANA


Las verdades, suelen ser duras, porque siempre son el resultado de nuestros desaciertos, pero verdades al fin que algún día tendremos que escuchar aunque nos duelan.
Las verdades de un nieto del dictador, Rafael Leónidas, Trujillo, quien gobernó nuestro país por treinta años con manos duras, son verdades reales que si las recibimos con honestidad, nos obligarían a reflexionar.
Nos identifica como un país que luego de la muerte de quien el insiste en llamar, “el generalísimo”, hemos retrocedido y transitado los mismos  escollos superados por ese su “héroe”.
Nos restriega en la cara, el estado de inseguridad ciudadana, la pobreza de las grandes mayoría, nuestro deficiente servicio eléctrico, nuestra gran deuda  externa, nuestro deficiente transito y sistema vial.
Junto a una serie de males que incluyen nuestra moneda devaluada y un rosario de cosas que realmente si las vemos con justeza, son nuestra radiografía actual.
A 52 años de la muerte de su abuelo, “el generalísimo”, nos enrostra que hemos involucionado como sociedad, como país, que vivimos las mismas calamidades que su “ídolo”, logró superar en sus treinta años  como dueño absoluto del pueblo dominicano.
Verdades fuertes que nos deben llevar a la reflexión, que nos demuestran que no hemos sido capaces de seguir avanzando en el tiempo y superar una era que nos lleno de dolor.
Haciendo uso de la historia Ranfis Domínguez Trujillo, destaca la muerte de su pariente como una traición de quienes la ejecutaron, por haber sido los favorecidos de ese régimen de sangre, terror y oscurantismo.
A lo largo de 52 años de esa acción valiente, parece que no hemos sabido contar la historia, pero mucho menos superar las cosas “buenas” de una era, que para muchos fue muy buena, pero para otros de luto y dolor.
Por razones que tenga el nieto del dictador, al que él insiste en llamar, “el generalísimo “, debe entender que los dominicanos vivimos felices y tranquilos sin su abuelo  o sus descendientes en el poder.
Porque luego de una buena comida, ser afectado por una mala indigestión es preferible un pobre almuerzo que nos permita una  siesta placentera.
Lo que pudiera tener en mente Ranfis Domínguez Trujillo, es que treinta años de oscurantismo, de miedo, de adoración al sádico por temor, se necesitan más de 52 años para superarlos sin traumas, porque desmontar esa adoración ciega que existió a esa época no es fácil desterrar de muchas mentes.
Por sus manejos de los hechos históricos, le confieren una gran capacidad, pero una irracionalidad al mismo tiempo porque es difícil que todos los dominicanos, estemos de acuerdo con, él pese a nuestra involución,
Hay hasta placeres que no quisiéramos repetir, bajo ningún concepto  y la era del “jefe”, pese a nuestra incapacidad, debemos mantener desterrada de nuestro suelo.
Así que señor Trujillo, siga feliz, lejos de nosotros y gracias por abrirnos los ojos al enrostrarle a nuestros gobernantes  que a 52 años nos han  hecho  retroceder en el tiempo.

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