Sorprenderá a los peledeístas el título de este artículo. Su partido ha ganado las últimas cinco elecciones y está bien posicionado para el 2016. El presidente Danilo Medina registró alta aprobación durante sus primeros tres años y el PLD controla todo el Estado sin oposición.
A pesar de muchas ventajas políticas, y quizás por ellas, el PLD está desguabinado, torcido, descarriado. Veamos un poquito de historia antes de llegar a este fin de 2015.
Con sus propias fuerzas no hubiese llegado al poder en 1996. El PLD se benefició de la unción de Joaquín Balaguer. Fue la hazaña de la entonces joven dirigencia peledeísta encabezada por Danilo Medina y Leonel Fernández.
Ese pecado original del “Frente Patriótico”, engendró el fracaso de la misión histórica del PLD. La liberación no sería jamás el norte; atrás quedó la misión del bienestar y el servicio social. El “nuevo camino” prometido en 1996 fue un eslogan de campaña.
El PLD ascendió con el apoyo de los sectores más retrógrados del país, de mayor experiencia en el despojo de bienes públicos y negación de derechos ciudadanos. Eso ha tenido un alto costo para la siempre precaria y vulnerada democracia dominicana.
Pero ¡ah!, el negocio ha sido de alto beneficio económico y político para los dirigentes peledeístas y sus diversos aliados.
Leonel Fernández, de joven intelectual dedicado a la lectura y la enseñanza, se convirtió en componedor político y artífice de la acumulación de toda una coalición; en justificador de lo injustificable. Su claudicación política está simbólicamente plasmada en las estaciones de la primera línea del Metro de Santo Domingo, donde son vecinos Joaquín Balaguer, Caamaño y Amín Abel, como si en este país la represión de la década de 1960 y 1970 hubiese sido una chercha.
El PLD volvió al poder en el 2004 sin el intento de hacer la sociedad dominicana más democrática, más justa y más segura. La anunciada revolución democrática fue fanfarronería y la Constitución de 2010 sirvió para gestar protección política a las camarillas y favorecer el regreso al poder de Fernández. Por ningún lado se vislumbra gran avance que no sea en túneles, elevados y el Metro; y además, hay una explosión de expectativas frustradas.
El gobierno de Danilo Medina ha sido un experimento en suspenso. Danilo se erigió en bueno y Leonel en malo. En esta leyenda, la aprobación de la gestión de Medina llegó a la estratosfera.
Danilo no pagó el costo político de la reforma impositiva de octubre 2012 porque el gobierno y la gente culparon a Leonel. Le ayudó también la asignación del 4% del PIB a la educación, detener la consumación del fraude de Bahía de las Águilas, y desafiar a la Barrick Gold. Estas medidas trajeron un poco de aire fresco a un pueblo cansado del despojo. Las encuestas se inflaron.
Llegó 2015 y el proyecto reeleccionista se materializó. No importó tiburón podrido ni la oposición de Leonel y los Vincho. Danilo se impuso en el partido y en el Congreso.
A pesar de todo el poder que concentra, el PLD está desguabinado porque su proyecto político en el gobierno carece de historia transformativa. La dirigencia se acomodó a los beneficios y repite las estrofas de un progreso sólo visible en espejo fracturado. Para no dividirse, el PLD se ha frisado y eso ahonda los resentimientos.
El desempleo, los bajos salarios, los impuestos, el alto costo de la vida, la delincuencia y la corrupción son problemas recurrentes y agravados en estos últimos 12 años. Pero el PLD sigue concitando apoyo porque la oposición ni cuaja ni avanza.
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