POR ALEJANDRO SANTANA
Cada vez que recuerdo una trági comedia, leída por mi en almanaque Bristol,
cuyo nombre real es ‘Almanaque
Pintoresco de Bristol’, una publicación de la empresa Lanman y Kemp- Barcalay y
com. ,Inc. que vio la luz en el año de 1813 en EEUU, y que las personas
esperaban con ansia todo los diciembre, reflexiono de lo difícil que es en ocasiones tomar ciertas decisiones.
La trági comedia publicada en ese medio de contenido social, comercial y
cientifico, fue la de un joven que va por un camino con un amigo, ya con sed y
hambre, se encuentran con una mata de cocos bien paridas.
Después de discutir cual debía subir a la mata, a uno de ellos le toca,
trepar, ya en el cohoyo al ir a tumbar el primer racimo, resbala y cae, teniendo
la suerte de caer encima del amigo quien en el acto perdió la vida.
Como los muertos no hablan, dice la gente, aunque los profesionales en esa
materia dicen que algunos si lo hacen para revelar la manera en que fueron ejecutados.
El caso llega a los tribunales, la familia del desventurado hace acusación
formal contra el causante de la muerte y como solo prevaleció lo dicho por este
sin el debido soporte de las pruebas, es condenado a morir de la misma manera
que el amigo.
La sentencia se cumpliría al otro día a las nueve de la mañana, el acusado debía ir al lugar de la tragedia y
colocarse justo en el lugar que ocupo del desafortunado amigo.
Un pariente del muerto debía trepar a la mata de cocos y dejarse caer del árbol
e impactar en tierra al condenado, tres días consecutivos se mantuvo el acusado
en el lugar sin que apareciera quien lo debía ejecutar.
Nunca apareció quien debía hacer cumplir la condena y el acusado falleció
muchos años después, pero de muerte natural, una inusual condena que no se cumplió
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