He sugerido con insistencia que periodistas y dueños de s medios de comunicación nos bañemos con cloro, lo que quiere decir que transparentemos nuestro ejercicio y roles, con el propósito de acercarlos a adecuados niveles éticos y ceñirlos a la Constitución y las leyes.
La acepción “periodista imparcial”, como garantía de honestidad profesional, ha quedado desfasada ante un mundo global, que reclama conformar bloques contra formas diversas del capitalismo salvaje que promueve la degradación del planeta, guerras y agravamiento de la marginalidad.
El periodista de hoy esta compelido a integrarse a corrientes políticas, sociales, culturales, antropológicas y hasta religiosas que promuevan preservación del medio ambiente, paz, justicia social y justa distribución de los recursos renovables o no.
No constituye un crimen que un comunicador profese simpatía por un partido político, un equipo deportivo, una tendencia religiosa, o que se proclame gay o en torno a cualquier situación que este en consonancia con la ley y con sus derechos inalienables.
La ética y la moral no están unidas por ningún cordón umbilical con la mentada imparcialidad o con comportamiento social de inocuidad, porque el tomar partido en escenarios de confrontación o debate social, económico, político o filosófico, no infringe el código de deontología profesional.
Un periodista no es bueno ni malo porque exprese publicas simpatías o adherencia con el PRD, PLD, PRSC, izquierda o porque se reconozca como liberal o conservador. Su ejercicio profesional debe ser medido por la seriedad y objetividad de sus planteamientos.
Lo que no es compatible con la ética ni con la moral es la manipulación, el mercadeo social de la mentira o de la verdad a media, el sicariato mediático, la extorsión y la promoción de formas de monopolio, oligopolio, o de ataques desde la prensa a personas físicas o jurídicas por razones corporativas.
No todo el mundo entiende que la mayoría de los profesionales de la comunicación, han optado por estudiar otras carreras liberales, con el propósito de ampliar sus posibilidades de inserción en el mercado laboral, que incluye, por supuesto al Estado, principal empleador.
Se cuentan por decenas los periodistas que también son abogados, economistas, mercadólogos, publicista, diplomáticos, administradores de empresas e incluso incursionan como técnicos de cine y TV.
Que cada quien, actué y juzgue por su condición, porque todos tenemos el deber profesional y la obligación jurídica de ajustar nuestra rol a parámetro éticos y morales, todos los cuales apuntan al respeto absoluto del derecho del lector, televidente, radioyente o cibernauta a recibir información u orientación de calidad, lo menos contaminada posible.
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