Por: Nélsido Herasme
Los “predicadores cristianos”, pertenecientes a sectas religiosas o iglesias luteranas” no se conforman con decir que “Cristo viene pronto”, sino que algunos de sus mentores llegan al tupé de ponerle fecha a la destrucción del mundo.
Estos anuncios, presagios, pronósticos y discursos astrales, están poniendo a sus respectivas congregaciones a la mofa y al ridículo universal y a que sus feligreses sean burlados en plazas públicas.
Recordemos el caso de Harold Campìng, quien en el 2011 puso a muchos en taquicardia y a otros a gozar con el anuncio de que “el mundo se acabaría el 21 de mayo de este mismo año” y nada pasó.
Camping revisó su profecía apocalíptica el lunes siguiente, diciendo que estaba equivocado por cinco meses y volvió a prometer que la tierra realmente se acabaría el 21 de octubre de la misma fecha.
Con el anuncio de éste predicador californiano, los dominicanos gozaron hasta saciarse por las redes sociales. Estas fueron algunas de las ocurrencias: “Falsa Alarma, el mundo se acaba para el que se muere”, “el final del mundo lo dejaron para después del Día de las Madres”, “el mundo no puede acabarse antes del 25, día de pago para los empleados públicos” y los cobradores, “en el país está lloviendo mucho y Jesucristo tiene gripe y el pelo teñido”, “Nada más lo siento por mis hijos, que están chiquitos, porque los pobres no gozaron más que yo”, entre otras.
Otro que se destapó con algo similar, hace unos 167 años, fue un campesino de 34 años, del Estado de Pensilvania, sin formación académica, de nombre William Miller, precursor de los adventistas del 7mo. día, quien sintió un fervor por el estudio de la biblia y en especial por el libro del Apocalipsis, llegando a conclusiones radicales sobre la segunda venida de Cristo.
Miller, que en un primer momento perteneció a la iglesia bautista, ingenuamente creyó haber hecho el gran hallazgo al suponer que el equivalente de los días que se enumeran en las profecías de Daniel eran años solares. Con esta y otras cuentas que realizó basándose en que el Papa era “la bestia” a que se refiere San Juan en el Apocalipsis, llegó a la conclusión de que en el 1843 tendría lugar la segunda venida del Hijo de Dios y con ella el fin del mundo.
Tan atrevido fue que llegó a precisar que esto sucedería el 21 de mayo de 1843. Ese día llegó y nada pasó, aunque tal anunció causó desolación para los adventistas, muchos de los cuales le exigían que se retractara y que admitiese públicamente que se había equivocado en sus cálculos. Miller así lo hizo, complació a los adventistas, pero volvió por sus fueros a repasar sus “cuentas” y volvió a poner otra fecha. Esta vez sería en el otoño del año 1844 cuando el mundo se terminaría.
Ante estas locuras y fracasos de Miller, muchos adventistas se dispersaron y se desligaron de esa congregación llenos de vergüenza de verse en ridículo, hasta que apareció en escena una jovencita de nombre Helena Harmon, de salud quebrantada, que de una pedrada recibida en la cabeza tuvo que abandonar sus estudios. Helena casó con James White, de quien tomó el apellido, refundó la iglesia y quien también en sus “revelaciones” observó el sábado en vez del domingo, porque este ultimo día fue introducido por el anticristo, que es el Papa. Helena White dejó impregnado entre los adventistas las lecturas de sus libros porque estos eran la “luz menor que conduce a la luz mayor”, es decir que para comprender la biblia habría que leer los libros de la fundadora de los adventistas del 7mo. día, especialmente su obra cumbre “El Conflicto de los Siglos”.
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