POR ALEJANDRO SANTANA
Si es que un difunto puede descarar en paz luego de que su tumba fue profanada y si es verdad lo que la biblia dice en ese sentido, de que los muertos no tienen memorias ni sienten, pero sus familiares si y por eso reaccionan molestos.
A lo que aspiramos, los parientes de las personas que mueren y que tenemos que enterrar en nuestros cementerios, es a que su ataúd, no sea violentado y robado.
Que su cruz no sea arrancada, igual que la puerta de su panteón, para ser vendida a los metaleros que se dedican a comprar cualquier metal sin saber su procedencia.
Es una gran realidad en nuestra Provincia Barahona, muerto que enterramos y cuya caja tiene cierto valor, caja que es robada, el difunto y sus osamentas regadas en la tierra y caja vendida.
Las denuncias son múltiples, los ciudadanos que han pasado por ese trauma, han denunciado ante las autoridades ese mal que se repite a diario, pero que nadie es sancionado por esa aberración.
Cuando a uno se le muere un familiar, es costumbre enterrarlos con ciertas distinciones, aunque para los ojos de algunos sea vanidad.
Pero es nuestro familiar el que muere y queremos que sus restos sean enterrados en un ataúd, adecuado, que su panteón a parte de una cruz, que tenga su lápida y un lugar interno con una puerta de hierro, donde encenderles velas.
Pero eso que hacemos es para tranquilidad de nuestras conciencias y como un cumplido para agradecer los esfuerzos que este en vida ha tenido para con nosotros, pues casi siempre es nuestro padre o madre a quienes enterramos con ciertas distinciones, pero somos burlado por desaprensivos.
El robo en los cementerios de esta ciudad ha ido tomando un rumbo alarmante, enterramos a nuestros familiar muerto en horas de la tardes y ya en las noches su ataúd es robado y vendido.
No creo que de manera particular alguien compre un ataúd para tenerlo en su casa para usarlo cuando se le muera algún pariente.
Lo más entendible es que ese ataúd, vuelva al lugar donde lo compramos, ó a otros negocios donde ofrecen el servicio de venta de ataúd, sea en esta misma cuidad o ciudades aledañas.
Pero debemos descartar esa ultima presunción, pues no se puede viajar con un ataúd sin que despierte sospecha, y sin lugar a dudas quienes se dedican a esa profanación es adicto a alguna sustancia que lo hace robar para satisfacer su vicio.
Hay acciones que no hay que ser científico para saber que quienes lo hacen tienen cómplices, tienen compradores seguros, es una lógica muy socorrida.
Pero las autoridades hasta ahora nunca han investigado a nadie en ese sentido, nunca han sometido a la justicia a quienes se dedican a esas violaciones.
Frente a estos hechos debemos hablar claro, se debe investigar desde el saca teclas, hasta los albañiles que realizan el trabajo de sellado de los panteones, porque por ahí anda el cojo.
Está bueno que se tenga que ver en los medios a familiares de difuntos denunciando que la tumba de su pariente ha sido profanada, que le han robado el ataúd, la cruz, la puerta de metal, los candelabros y hasta las lápidas, sin que nadie sea sancionado.
El ayuntamiento municipal que es el administrador de nuestros dos cementerios, debe indagar entre los empleados de los camposantos, quienes son las posibles personas que se dedican a esos menesteres para erradicar ese mal de una vez por todas,porque alguien ha escuchado algún rumor.
Es a lo menos que aspiramos los parientes de los difuntos enterrados en los cementerios Américo Melo y el viejo cementerio del mercado publico, está bueno de que se sigan produciendo profanaciones y nadie sea sancionado.
Nuestra fe cristiana nos ata a nuestros muertos, nos gusta ver sus panteones limpios y organizados, nos desagrada que se roben esas cosas que tienen un gran valor sentimental para los vivos.
Y esas mismas creencias nos hace entender que lo que nos depositan en las tumbas no deben ser robadas para descansar en Paz.
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