POR ALEJANDRO SANTANA
Cuando se ejerce el periodismo
en sociedades, como la nuestra, donde hay tantas susceptibilidades se corre el
riesgo de que se le juzgue e interprete inadecuadamente.
Decir que hay personas que se
han largado de su natal hace más de veinte años y que si han regresado en dos
ocasiones han sido muchas, decir que hay hijos que se han ido y no se han acordado
jamás de sus viejos que han quedado aquí , no es una calumnia contra nadie.
Para nadie es un secreto que
muchos se han ido y se han olvidado de los suyos, nunca han mandado para una
aspirina y cuando mueren llaman, piden que no los entierren hasta que ellos no
regresen, no es una calumnia.
Agregar que cuando vienen del
aeropuerto a su natal compran en el trayecto la corona más vistosa y que ya en
el velatorio instruyen para que se le compre una caja bien cara al difunto, no
es una calumnia.
Son radiografía de la realidad
que vemos a diario, con eso nunca he querido decir que la diáspora en sentido
general responda a ese esquema.
Pero son verdades que nos dan
por la cara todos los días.
Se, de hijos que desde el
exterior donde se han ido, en procura de mejor suerte para los suyos, le han
proporcionado una vida digna a sus familiares y hasta a algunos amigos, de eso
no me cave la menor duda.
Puedo citar nombres, pero
ellos no lo hacen para que se les mencione, no les gusta el protagonismo, solo
hacen lo que entienden deben hacer en bien de los suyos y hasta de amigos.
No escribo por encargo, no
escribo para ser complaciente, he sido objeto de amenaza de demanda por estar
escribiendo con la verdad como norte, cuando he enjuiciado alguna acción lo he
hecho porque lo ha ameritado el momento.
La mayoría de los barahoneros
que viven en el exterior son mis amigos o familiares, se lo sacrificado que están
por ahí, se, de sus desvelos para con los suyos, aunque de igual modo puedo
identificar a muchos ingratos que se han ido y se han olvidado de los suyos.
Pero esa es la minoría que no
debe contar en estadísticas, cuando he fijado mi posición sobre la real suerte
de la glorieta del parque central de mi ciudad lo he hecho en el entendido de
que las cosas deben cambiar para bien.
Quienes defiendan la
permanencia de esa glorieta, fueron los mismos críticos que decían que el
parque era un chiquero de vacas, que nuestras autoridades edilicias no tenían
concepto del modernismo.
Ahora que se pretende hacer un
parque nuevo, salen voces hasta resentidas protestando por algo que legalmente
no se ha dicho, radicalmente, que es el derribo de la glorieta.
Las autoridades, han dicho que
depende del resultado de los estudios que se hagan sobre su actual situación estructural,
y si estos son en el sentido de la demolición pues la sala capitular del
Cabildo tendrá la palabra.
Entiendo que debemos ser racionales,
critico que se quiera manejar a los demás para que estén de acuerdo con
nuestros puntos de vista.
Sobre el tema somos muchos los
que hemos escrito, a favor y en contra, no se ha irrespetado a nadie, nunca he
dicho que hay millones que se lo quieren robar, pero tan poco debo aceptarlo
como verdadero solo porque a alguien se le ocurra decirlo.
Terminaré invocando una frase
del escritor y político barahaonero Ángel Augusto Suero, don Negro, en ocasión de que voces malditas lo acusaban de un
crimen que la historia esclareció muchos años después.
La historia me juzgara, y
agrego, nos juzgara a todos los que estamos asumiendo el protagonismo a favor o
en contra de la demolición de la glorieta del parque central.
En las luchas por las causas
somos muchos los que participamos, unos por la causa, pero otros luchamos para
sacar provecho de la causa, ¡pero tranquilos, la historia será el juez que nos
juzgue conforme a nuestros actos!
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