Baltimore: Las razones de la ira racial


Captura de pantalla 2015-05-03 a la(s) 10.33.38porJaime Hernández Enviado| fuente: El Universal.

La desigualdad social, una historia de abusos y programas fallidos como el de tolerancia cero han sido caldo de cultivo de un descontento que se extiende en EU


Baltimore

Hasta hace apenas tres años, Baltimore era considerada la metrópoli modelo de la inclusión racial. Los esfuerzos por dejar atrás la leyenda de criminalidad y rezago social de la comunidad negra incluyeron invitaciones a la comunidad migrante de origen hispano para convertir a esta ciudad, la más grande del estado de Maryland, en un ejemplo de pujanza económica y de convivencia multicultural.
De forma inmediata, inmigrantes de distintos puntos de Estados Unidos atendieron el llamado de la alcaldesa Stephanie Rawlings-Blake. Entre 2000 y 2007, la población inmigrante aumentó en 50% para compensar el éxodo de casi 60% de la población que huyó de la recesión, la violencia y la segregación. El problema para las autoridades, sin embargo, fue la dificultad para echar tierra al viejo historial de brutalidad policial y al encono de la comunidad afro estadounidense, harta de los abusos de las autoridades del orden.
El periódico local The Sun documentó un total de 317 demandas contra la policía por casos de brutalidad desde 2011. A pesar de los acuerdos monetarios en los tribunales, las malas prácticas de la policía siguen sin corregirse, emponzoñando unas relaciones entre quienes parecen eternamente abocados a maltratar y los que protestan, en un círculo vicioso que ha convertido a Baltimore en un polvorín.
“Las pésimas relaciones de la policía, y un ambiente de miseria, frustración y desesperanza de la comunidad negra de EU, han sido el caldo de cultivo de una revuelta que estalló tras la muerte de Freddie Gray en condiciones inexplicables”, consideró Keith Allison, un congresista demócrata del caucus afro estadounidense al apuntar a las condiciones de miseria y segregación que han atizado las protestas en Baltimore y otras ciudades aquejadas por el mismo mal.
“Freddie no tenía más remedio que vender drogas como hacen muchos otros jóvenes para ayudar a su familia”, aseguró a la cadena CNN Juan N., uno de los amigos que dieron la cara para defender la memoria de Freddie. La infancia de este joven discurrió en un gueto, bajo las peores circunstancias: pobreza, desempleo, deserción escolar, embarazos juveniles, la drogadicción y la violencia. Según estadísticas recabadas por la organización Think Progress, el índice de desempleo en esa zona supera el 51%, una cifra catastrófica.
El ingreso per cápita es de 24 mil dólares, es decir, por debajo de los 24 mil 500 dólares que marcan la frontera de la extrema pobreza en EU.
El porcentaje de casas sin ocupar, tras la crisis inmobiliaria que convirtió a la comunidad negra en presa fácil de los bancos y sus créditos hipotecarios basura en 2012, es del 33%. El porcentaje de niños con elevado nivel de plomo en la sangre supera el 7%.
“En Baltimore viven dos Américas. La que es viable y tiene una opción de futuro y… la de Freddie Gray, donde la desesperanza y la frustración asoman la cabeza para recordar esa enfermedad de la pobreza que consume muchas vidas y convierte a estas urbes en caldo de cultivo de la protesta social”, según Allison.
Jennifer Vey, del Brookings Institution, estimó a su vez que “es importante tener en cuenta que los sucesos de los últimos días ocurren en un contexto de pobreza, de desempleo arraigado, de desconexión social que es común en muchos vecindarios de Baltimore… pero eso no es exclusivo de Baltimore, es parte de un contexto nacional mucho más amplio. Creo que lo que esto indica es que hemos estado operando, desde hace bastante tiempo, bajo un modelo económico que claramente no está trabajando para un gran número de personas en este país”.
Tiempo detenido
Una vieja foto en blanco y negro con un letrero de protesta adosado al ventanal de un negocio en el 432 de la North Avenue, parece confirmar que el tiempo se ha detenido en Baltimore: “Los blancos han convertido nuestros barrios en campos de concentración”.
La imagen, capturada hace 48 años, en la primera semana de abril de 1968, tras el asesinato del líder de los derechos civiles Martin Luther King, dejó constancia de la peor oleada de protestas y enfrentamiento con la policía que se saldó con un total de 5 muertos y más de 400 arrestos.
Casi medio siglo después, las heridas no sólo siguen sin cicatrizar, sino que se han profundizado, emponzoñando el ambiente de convivencia en una ciudad que durante varias décadas ha dormitado sobre un polvorín. No sólo Baltimore ha sido testigo de la ira racial. Ciudades como Ferguson, a las afueras de St. Louis, Missouri, Nueva York, Seattle, Chicago, Cleveland, Indianápolis y Washington, también han sido escenarios en los últimos meses de protestas, disturbios y caos.
Analistas y expertos apuntan hacia el odio y frustración acumulados por la aplicación de la doctrina de la cero tolerancia, una política de represión que se popularizó desde la década de los 80 y que se extendió por las principales urbes de EU para arrinconar a las minorías negra e hispana en sus guettos.
El caso de Gray ha vuelto a poner en la mira a unos cuerpos policiales acusados de brutalidad. Una epidemia que se ha extendido por distintos puntos de EU impactando a las minorías negra y latina, ese ejército demográfico que hoy sale a las calles para exigir un alto a las agresiones policíacas. A la violencia policíaca se ha sumado, además, la fallida guerra contra las drogas, que convirtió a la comunidad afro estadounidense en objetivo de redadas policiales y materia prima de centros carcelarios. De 1980 a 2007, el número de reos de raza negra encarcelados por posesión de drogas pasó de 42 mil a más de medio millón.
“Lo que hizo la guerra contra las drogas fue facilitar una función de control social. Es decir, se buscó simplemente mantener a los pobres boca abajo con el pretexto de las zonas libres de droga. Esta estrategia sirvió de excusa a todo el mundo para operar al margen de la ley y el derecho”, añadió Simon.
La combinación de políticas de cero tolerancia con la fallida guerra contra las drogas terminó así con el principio de la causa probable, el último refugio de quienes son acusados de forma injusta. En su lugar, los cuerpos policiales convirtieron a la comunidad afro estadounidense en objetivo de sus redadas, ajusticiamientos y encarcelamientos al vapor que poco a poco fueron emponzoñando la relación con la comunidad.

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