Ante el conflicto de la Glorieta, una Comisión


Bienvenido Heredia


Desde el instante en que un grupo de aventureros y mercenarios europeos vinieron por primera vez a nuestras tierras, allá en el siglo xv (1492), los barahoneros hemos sido testigos y protagonistas, silentes y activos, de incontables acontecimientos que se han suscitado en el país y, especialmente en nuestra provincia.

Sería prolijo enumerar esos acontecimientos, que se iniciaron con la exterminación  de nuestros aborígenes y la rebelión de éstos, encabezada por el bravo Enriquillo.



Hemos luchado unidos contra invasores y opresores, así como por la conquista de reivindicaciones propias de la Región, de la Provincia y del Municipio: calles, agua, luz, instalaciones deportivas, escuelas, liceos, etc.

Durante la denominada Guerra Fría, iniciada después de la II Guerra Mundial (1939-1945) y concluida con la unificación de Alemania (1989),  los barahoneros seguimos unidos en la diversidad, cuando de luchas sociales y comunitarias se ha tratado.

Terminada la Guerra Fría se inició en el país una guerrita tibia. Los aliados coyunturales de antes ahora coincidimos muy poco cuando se realiza o se intenta realizar alguna acción que impacte en la comunidad. Ha surgido un sector, al que denomino “Opuestos a Todo”, que es muy activo en contradecir y maldecir iniciativas comunitarias. Sobre todo, si lo que está en proyecto no es organizado o encabezado por alguien que forma parte de los “Opuestos a Todo”.

Lo penoso no es que se opongan (todos tenemos derecho a creer y a disentir), sino la forma en que lo hacen. Hay quienes nos creemos dueños de la verdad absoluta y si no comparten nuestras ideas, de inmediato convocamos al conflicto: la barricada, el sometimiento. Con eso, dividimos a un pueblo ávido de alianzas y unidad para avanzar y superar la pobreza a la que ha estado sometido por décadas.

La situación de la glorieta del parque central, monumento considerado histórico por todos nosotros, no sólo por la edad, sino por lo que representa para la tradición más sana de los barahoneros, nos ha traído una polémica innecesaria. Polémica que ya nos ha llevado a la agresión física contra personas y edificios.

¿Por qué la considero innecesaria? Porque nadie, persona o institución alguna, ha logrado, ni siquiera diligenciado, que uno solo de los monumentos históricos de Barahona sea declarado Monumento Nacional ni Municipal por las instancias correspondientes.

Barahona tiene un patrimonio interesantísimo, pero no aparece en el listado de los monumentos nacionales: Están los edificios ubicados en el centro de la ciudad, casonas donde pernoctaron y vivieron figuras históricas de otros países y del nuestro, el Arco del Triunfo, la Catedral, los cañones en el malecón, el edificio que aloja el Ayuntamiento, etc.

Como en los próximos días se decidirá el destino de nuestra sentimental glorieta, decisión que finalmente tomará el Ayuntamiento Municipal, responsable de velar por el mantenimiento y preservación del patrimonio histórico y cultural del municipio, creo necesario organizarnos mejor para el futuro.

En ese sentido, sugiero la creación de una comisión de Patrimonio Municipal. Esa comisión debe ser multisectorial o multi-institucional, por lo que, de ser acogida la idea, además del ayuntamiento debe estar integrada por el Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores (CODIA), el Colegio de Periodistas, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, el Plan Estratégico de Barahona, la Alianza Estratégica de Barahona, las universidades, la Fundación Enriquillo de Oro, la Comisión de Efemérides Patrias y una persona independiente que esté ligada al quehacer cultural y educativo de la Provincia.

En el 2010 había sugerido algo similar, cuando señalé la posibilidad de formar un pequeño equipo en la Comisión Permanente de Efemérides Patrias local, con miras a rescatar los patrimonios históricos y culturales que tenemos en Barahona.

De formarse dicho instrumento, su inmediata responsabilidad deberá ser realizar un levantamiento físico de la cantidad y las condiciones de nuestros monumentos, para sugerir su declaración oficial como monumentos históricos y culturales. Lo demás, vendrá aliado a la elaboración de un reglamento y una sustentable programación anual.

Dejemos ya de pelearnos cuando podemos coordinarnos. La pobreza material se consolida si no usamos nuestra riqueza cultural para empujar nuestro desarrollo.

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