La pobreza, la riqueza, la honradez, la delincuencia y la violencia

La pobreza, la riqueza, la honradez, la delincuencia y la violencia
EL AUTOR es precandidato a diputado del exterior por la Circunscripción 1. Reside en Nueva York.


Recordamos que, cuando éramos niño, a principios de los años sesenta del siglo pasado, pertenecíamos a una familia pobre. Nuestro padre, por motivos ajenos a su voluntad, perdió su trabajo, al tener que cerrar la industria de construcción en la que laboraba, por el fallecimiento de su propietario.
No fueron una ni dos, fueron muchas, las veces en que, después de pasarse el día dando vueltas en busca del sustento diario para su familia, le llegó la noche con las manos vacías.  Allí conocimos lo que era el chocolate de agua, sin leche, y gracias a Dios que toda la familia cenábamos con diez centavos.  Cinco panes a “chele”, tres de salchichón y dos tablas de chocolate. Nuevamente dándole gracias a Dios, pues cuando eso todavía había agua en las “llaves”, y no teníamos que comprarla.  Pero éramos una familia honrada.
 
 
 
Con el transcurrir del tiempo. nuestro padre consiguió un empleo en el Ayuntamiento del Distrito Nacional, y lo asignaron a trabajar en el Teatro de Agua y Luz del Centro de Los Héroes.  Ahí cambiaron las cosas, y ya podíamos ver por lo menos dos, de “las tres calientes”. 
 
En aquel entonces se ponía música clásica todas las noches en “La Feria”, la cual se escuchaba en vocinas colocadas en todos los edificios del área.  Le dieron la oportunidad a mi padre de hacer ese trabajo, por lo que sus ingresos aumentaron a casi dos pesos diarios.  Es cuando entonces volvimos a ver las “tres calientes”.  Pero seguíamos siendo una familia honrada.
 
Unos años después, los hijos del fenecido Ingeniero, dueño de la industria de construcción donde laboraba nuestro padre, reabrieron la misma, y le pidieron a mi padre que regresara a trabajar en ella, en donde laboró hasta su muerte.  Ya alli como Ingeniero de Planta fué designado Gerente de Producción, por lo que sus ingresos le permitieron colocarse, junto con su familia, en la clase media.  Nuestro padre fué económicamente superándose.  
 
Recuerdo su bicicleta aro 28, pues fueron muchas las  veces que me llevó en su barra, su motor, luego su carrito diseñado por él mismo con el motor de una planta eléctrica, su primer vehículo, un Triumph Herald de dos puertas que compró de medio uso a la National Rent-A-Car, y así sucesivamente hasta que en la compañía donde trabajó hasta sus últimos días le asignaron una camioneta Toyota Crown y luego una camioneta Toyota Corolla.  Y así se nos fué, dejando una familia honrada.
 
Pero hoy día, ser rico, lo más pronto posible, se ha convertido en la meta de todo ser humano que incide en la economía dominicana. Ya nadie quiere ir a la escuela por doce años a prepararse para ingresar a una uiversidad y estudiar una profesión determinada.  Ya nadie quiere pasarse entre treinta a cuarenta años trabajando,  para luego, en la edad madura, retirarse dentro de su nivel económico alcanzado. 
 
Hoy, desde joven, sin haberse sacrificado para adquirir conocimentos intelectuales, y sin habilidades físicas para ser un atleta que en el área deportiva pueda obtener un jugoso contrato, se quiere ser, no solamente rico, sinó que se quiere ser millonario.
 
El principal problema, en este afán de riquezas, se manifiesta  en la distorsión mental  que afecta a miles de jóvenes que han crecido, en los últimos treinta años, sin la orientación de padres responsables, ya que la mayoría de ellos no los ha tenido, y por la vulnerabilidad del Estado, que no les garantiza una buena  educación ni una buena formación moral, para asegurarles un buen porvenir, y ha lanzado a las calles a esos jóvenes, que sin ninguna formación recurren a la violencia aunque tengan que matar para robar.  Frecuentemente, en nuestra sociedad actual, se han visto los caso en que esos jóvenes recurren a la disponibilidad de engancharse a policias y/o militares para poder obtener un arma de fuego, y así cometer, respaldados por esas armas, sus actos de delincuencia contra civiles desarmados y hasta contra otros militares, a quienes despojan de sus armas de fuego reglamentarias aunque tengan que matarlos.  
 
“En la política hay que afanar duro, y luchar y enfrentar a los que te cierran el paso.  No he podido llegar a ser firmado como pelotero; no tengo voz para ser cantante, pero no es verdad que me quedaré pobre, cuando tantos de mis amigos que se metieron a politicos, son peloteros y son cantantes hoy son ricos.
 
Yo seré delincuente, asaltante, y aunque tenga que usar la violencia, no dejaré de hacerme rico”.   Eso es lo que hoy está en la mente de muchos de nuestros jóvenes ciudadanos.  Esta forma de pensar de nuestros jóvenes ciudadanos, sin lugar a dudas es la luz que nos arroja la respuesta a lo que ha estado pasando con el incremento de la  violencia durante los últimos 20 años.  
 
Es indudable que el afán de lucro está cosquilleando el espíritu de una gran parte de nuestros ciudadanos, y este cosquilleo está estimulado por los grupos opulentos que se sirven de la cuchara grande con el uso de los recursos del Estado, a través de la corrupción, la evasión de los impuestos, los contrabandos en las aduanas, las concesiones de importaciones en perjuicio de nuestros productores y las acciones vergonzosas de muchos de nuestros funcionarios.   
 
Concluimos esta entrega dejando claro que se puede ser honrado dentro de un ambiente de pobreza y/o de riqueza, pero que cuando de la pobreza queremos pasar a la riqueza y recurrimos a la delincuencia, nuestro único aliado será la violencia.

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