104 años de felicidad

La segunda mujer en graduarse de la carrera de Odontología en la UASD, América Colombina Cabral viuda Pons, tiene una prolífera descendencia de tres hijos, 13 nietos y 30 bisnietos
  • Lema. “La risa es el remedio del alma”, es una de las frases preferidas de doña América.
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Providencia Rossi
Especial para LISTÍN DIARIO
Santo Domingo
“La risa ha sido mi eterna compañera a través de un siglo de vida”, cuenta América Colombina Cabral viuda Pons, la segunda mujer odontóloga, graduada en 1930 en la Universidad de Santo Domingo y ejemplo viviente de amor, entrega a la familia y a su profesión.
Ella, una abuelita coqueta, cariñosa y alegre, es el centro de atención de sus tres hijos, Neidy, Waldo y Edgar Antonio, sus 13 nietos y 30 bisnietos, sobre todo el pasado 12 de octubre cuando la familia se reunió para compartir un acontecimiento que pocos tienen la dicha de celebrar, el cumpleaños número 104 de doña Meca como cariñosamente le llaman los más cercanos.


Hablar con Doña Meca sobre sus vivencias personales y la profesión de odontóloga que ejerció dignamente hasta los 80 años, es una experiencia agradable e inspiradora, sobre todo porque conserva una lucidez envidiable y se les llenan los ojos de ayer al recordar sus años mozos, sus paseos de domingos con algún enamorado en las famosas retretas del parque Colón.
Nació un día significativo para la humanidad, 12 de octubre de 1910, de ahí los nombres con que la bautizaron, América Colombina; en la Calle Isabel la Católica vivió sus años de infancia y juventud, estuvo casada durante 10 años con el también odontólogo Rafael Pons, hasta que enviudó y nunca más volvió a casarse.
“Hacerlo hubiera sido llevar el infierno a la casa, pues mis hijos estaban en la preadolescencia, preferí dedicarme en cuerpo y alma a mis hijos y a mi carrera”, dijo convencida de haber tomado la decisión correcta.
“No me puedo quejar. A mis 104 años me siento complacida, feliz, satisfecha del cariño y los cuidados de mi familia”, dijo doña América Colombina Cabral viuda Pons al recordar cuánto disfrutó en su juventud al hacer lo que le gustaba, ir a las fiestas, bailar, estrenar ropa.
“Yo siempre quería ser de las primeras en usar la moda, bailaba, me bebía mi traguito, pero todo moderadamente”, cuenta.
Dice que no añora nada, pues hizo justo lo que quería hacer: disfrutar su juventud, una profesión, casarse, tener sus hijos, viajar; ha visto muchas cosas que jamás pensó que vería y sobre todo tuvo la dicha de vivir por más de un siglo con una mente lúcida y poderse mover por sí misma.
Recibe Medalla al Mérito en Día del Odontólogo
La doctora América Colombina Cabral viuda Pons recibió el pasado 3 de octubre, de manos del presidente del Comité Ejecutivo de la Asociación Odontológica Dominicana, Inc., doctor Norberto Puello, al conmemorarse el Día del Odontólogo, la Medalla al Mérito como una de las primeras mujeres en graduarse de odontóloga en el país y que con 104 años se convierte en la odontóloga de mayor edad en el país y posiblemente en el área del Caribe.
Lucidez después de un siglo de vida
Con la gracia que le caracteriza, América Colombina Cabral viuda Pons cuenta que la clave para vivir más de un siglo ha sido esta: “Siempre estoy contenta, feliz en chiste, nunca he sido una persona que me he empeñado en conseguir lo que no puedo, lo que no puedo ni lo intento, he tenido una familia maravillosa y una vida sana, sin excesos”.
“La risa es el remedio del alma”, es una de sus frases preferidas y aconseja a las personas llevar una vida tranquila, hacer todo lo que se puede normalmente hacer, pero moderadamente. “No hay que exagerar las cosas, así se logra mejor”, afirma.
A su edad no tiene una alimentación especial, come de todo, a su hora, no le gusta picar, aunque prefiera las frutas y el dulce; se declara un tanto coqueta, le gusta estar bonita, olorosa y sin canas, aunque revela que nunca le gusto mucho el maquillaje.
“No fui noviera, tuve un medio novio, porque nos entendíamos pero muy lejanamente, a mí me gustaba mucho él, pero se metió en política y era boca dura y lo cogieron preso y cuando lo soltaron fue a mi casa pero ya había cierto inconveniente, imagínate en la era de Trujillo, así que fue un medio novio, no salimos ni nada, después mi único novio fue con quien me casé, Rafael Pons, el padre de mis hijos”, cuenta.
Se siente orgullosa de sus hijos, nietos y bisnietos, aunque solo una de sus nietas, Pamela Pons, le ha seguido los pasos en la odontología.
Confiesa que tuvo una niñez feliz, lo único que nunca le gustó fue disfrazarse.
Recuerda los nombres de sus compañeros de la universidad y a las familias prestantes a las que ofrecía sus servicios profesionales, y habla con mucho dominio sobre la mecánica dental de la época. Dice que entre ella y su esposo se encargaban personalmente de hacerla delicadamente para sus clientes, que para entonces a la gente le gustaba mucho usar oro en la dentadura.

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