¿Sabe usted en qué, anda su hijo¿
POR ALEJANDRO SANTANA
Muy pocos padres en la actualidad sabrían decir con honestidad, cuáles son las andanzas de sus hijos, con quienes se juntan, y mucho menos que andan haciendo en las calles tanto de día como de noche.
Las razones son varias para ignorarlo, nuestras ocupaciones, los derechos que se han conferido a menores, nuestra falta de responsabilidad y nuestra indiferencia frente a los hechos en que ellos se involucran.
Junto a ese rosario de situaciones, está la falta de atenciones, no, nos sentamos a conversar con ellos, no los escuchamos pues estamos muy ocupados con nuestras propias cosas entre ellas nuestro afán por buscar dinero,”para darle una mejor vida”.
Y aunque estamos conscientes de esas despreocupaciones, nos molestamos si un amigo nos alerta sobre las tropelías que ellos cometen en las calles.
Han sido muchos los padres a los que se les ha informado que sus hijos, están robando, cadenas, gorras, celulares, motores Passolas y otros objetos y antes que corregirlos, reaccionamos, molestos.
Hay otros que están envueltos en el consumo de drogas, portando revólveres y pistolas, extorsionando o sirviendo de sicarios por unos pesitos.
Todo eso es doloroso decirlo, mas cuando se es padre, (mi caso), porque a ningún padre le gusta que le digan que su hijo no es serio, que es un delincuente.
Es la verdad que nadie quiere escuchar, pero a la hora de la verdad nos arrastramos en el suelo, nos desgreñamos y hasta quisiéramos no tener una cara conocida, literalmente deseamos que la tierra nos trague.
Es una realidad, los padres ya no estamos al corriente de la compañía de nuestros hijos, no sabemos a que hora se acuestan, que hacen en las calles a deshora de la noche.
Y sólo caemos en cuenta cuando nos llaman de la policía a las tres de la madrugada para decirnos que nuestro hijo está detenido por haber sido sorprendido junto a otros en un atraco.
Y peor aún cuando nos llaman de la morgue de un hospital para que vallamos a identificar su cadáver, nos queremos morir y comenzamos a maldecir y a culpar a otros, de nuestro descuido.
Este trabajo de alerta ya lo hice antes en momentos en que la delincuencia entre jóvenes empezaba, hoy lo retomo cuando esa delincuencia ha alcanzado ribetes escandalosos y preocupantes.
Y para evitar dolores y luto en nuestra familia, seria bueno que todos los padres retornemos a los tiempos en que fijábamos la hora de llegada de nuestros hijos a la casa, la hora de acostarse y estar al pendiente de las cosas que están adquiriendo y de las cosas que se están perdiendo en el hogar.
Si retomamos a esa vieja costumbre, no lloraremos, no lamentaremos ni nos enlutaremos como les ha ocurrido a otros que al igual que nosotros se han descuidado con los hijos